Por: Ariel Díaz
He dejado refrescar un tiempo estas palabras en la mente, que suele estar ocupada en cosas más terrenales. Para hablar (otra vez) del tema Reggaetón, hay que sobreponerse a esta sensación de estar alzando a un género que cae por su propio peso, dándole una importancia que a nivel cultural, artístico y musicológico en realidad no tiene.
Pero una explosión insensata y mal dirigida ha salpicado mis pies, como si un botero desprendiendo humo y atestado de vulgaridad hubiese pasado frente a mí, pisando el charco negrísimo de la cotidianidad cubana. Me refiero a la carta “Respuesta de Osmani García” que circuló por las redes, donde el “artista” (las comillas no son un error del Microsoft Word) despotrica a diestra y siniestra contra el ministro de cultura Abel Prieto por sus declaraciones en el programa Mesa Redonda de la televisión cubana acerca del tema “musical” Chupi, chupi y sus connotaciones.
Quiero diseccionar este documento que, si pasa a la historia, (cosa que dudo) puede pasar como uno de los ejemplos de lo que nunca debe escribirse.
En primer lugar el uso de las mayúsculas refiere un grave problema psicológico del autor, sobre todo de ego- manía compulsiva, al señalar siempre términos como “YO”, “MI VOZ”,”FIELES Y POPULARES”, INTERNACIONALES Y PRESTIGIOSOS” y otros tantos que usted podrá comprobar si tiene acceso a dicho texto. Sería bueno aclararle al escribano que la rayita de variados colores en forma de dientes de serrucho que sale debajo de las letras mientras uno escribe en este programa, no es un adorno propio de postales de navidad o invitaciones de boda, sino una alerta de que algo estamos escribiendo mal y debemos revisar.
No sé quién le dijo a este cantante que es gracias a una decisión del Ministro de Cultura que este tema ha sido puesto en la palestra pública bajo tales enfoques. Realmente sería sano que supiera que es el resultado de la indignación de una parte del “pueblo” que, en su pleno derecho, se ha manifestado a través de cartas, e-mails, llamadas telefónicas o de manera pública y abierta. También quiero cuestionar la infeliz mención al tan manipulado “premio de la popularidad” que para colmo, según él, es otorgado por el “PUEBLO de CUBA a base de mandar mensajes de texto de 16 centavos CUC con el dinero del sudor de su TRABAJO…” Analicemos el punto: En el año 2010, en una triunfalista nota de prensa la empresa CUBACEL anunciaba la llegada al millón de teléfonos celulares en el país, o sea que sólo un millón de los más de 11 millones de cubanos tienen acceso a un móvil, si descontamos la gran suma de contratos con empresas, ministerios y otros servicios prepagos pudiéramos reducir considerablemente esa cifra, digamos que a unos setecientos mil (siendo conservadores). No me atrevería a decir cuántos de estos cubanos realmente ganan el dinero para este lujo gracias al “sudor de su trabajo” ya que prácticamente ningún salario formal alcanza para tales menesteres así que, señor García: ¡Felicitaciones!, han votado por esta vía apenas unos miles de afortunados, según este axioma tiene usted el premio de más baja popularidad porcentual.
Creo que es tiempo ya de sacarnos ese cartelito de los mejores del mundo y sentarnos a remodelar nuestra realidad, revisar nuestras tradiciones y re conceptualizar la cubanidad que solo nos lleva a una mirada superficial y colonialista de quiénes y cómo somos los cubanos. Yo no soy ese cubano vulgar, maleducado; y no prefiero la fiesta a la reflexión. Para colmo no me gusta el ron y me molesta tremendamente el tropical repiqueteo del tambor. Me creo tan celta como africano y tan deudor de John Lennon como de Ñico Saquito. Usted debería contar con que no me siento representado dentro de la cubanía que invoca como sagrada y original, como si el hombre, en vez del mono, viniera de los cubanos.
Lo del nivel escolar a que nos condujo la insustituible (e irremediable) Revolución lo dejo a la libre interpretación de los lectores, pues definitivamente hay algo que no encaja bien.
No entiendo lo de la falta de respeto del ministro a El Macry. Perteneciente al tan manipulado fenómeno Buena Vista…que a mí siempre me dejó un sabor a colonización del gran mercado y ridiculización de la verdadera música cubana. Más allá, por supuesto, de la innegable calidad de quienes lo integraron. De todas maneras no me parece serio introducir el son tradicional y la salsa cubana en el mismo canasto del Reggaetón. De verdad, no es correcto.
Es rigurosamente cierto que la música cubana ha hecho mover el esqueleto a millones de personas en el mundo, por cierto, mayoritariamente en voces como las de Rubén Blades, Oscar de león o Juan Luis Guerra, quienes parecieran reverenciar esta música mucho más que los creadores cubanos, llevándola a niveles artísticos verdaderamente insuperables. Así que no me explico a qué millones de personas ha llegado el Reggaetón cubano, mala copia de un género salido de los laboratorios callejeros del gran mercado, simplemente para ganar dinero y mostrar lo peor del latinoamericano. Para hacerlo menos pensante y más bailador, o sea…más dócil.
La diversidad cultural no es que todo el mundo haga lo que se le ocurre y encima se le llame arte. La libertad no es decir lo que te da la gana mientras ofendes al resto. Les contaré que nunca escuché un Reggaetón en Francia, ni en Italia, mucho menos en Corea del sur ni en Argelia, no digo que no haya, solo que nunca lo escuché.
Arremeter contra una personalidad como la de Abel Prieto, por hacer su trabajo, tiene que ser un desvarío mental. El Chupi chupi, es grosero, de mal gusto, es pornográfico para ciertos sectores sociales. La censura no es una solución que personalmente apruebe. En muchos lugares del mundo se dicen y transmiten cosas peores, es cierto, pero hay impuestos, horarios de protección al menor, advertencias en la tapa de los discos y mecanismos claros para que la gente se queje si es ofendida o molestada e incluso para emprender acciones legales.
Tiene Osmani razón al enumerar las utilidades de la música, pero no debe olvidar que el arte verdadero es enemigo de la tontería, del machismo, de los lugares comunes y de la altanería. Y lo de la universalidad del “arreglo musical” es verdaderamente patético si se refiere al Reggaetón, un género que se caracteriza justamente por la pobreza armónica y la orfandad de buenas voces. De ritmo monótono y poco audaz, más cerca de una extinta danza tribal que de la pujante y virtuosa música contemporánea. Ya cuando expresa: “Quien se cree que
es para hacer callar a la expresión más pura de dios que es la música porque
a él no le guste (…)” llegamos a la cúspide de lo increíble. Recuerdo aquellas palabras de Salieri en la película Amadeus acerca de que dios hablaba a través de las manos de Mozart. Dios, si existiera, no tendría tan mal gusto.
Osmani García quien, en todo su derecho, se hace llamar “La voz”, como Frank mafia Sinatra (que sí la tenía), termina su diatriba diciendo que espera que la dirección del país se dará cuenta de que tenemos “un freno incoherente en la dirección de las artes del país (…)En todo caso, tenemos el freno de la ignorancia, el traspié del dinero por encima de la cultura, la resaca interminable del período especial que cada día aleja más a nuestra sociedad de ser la más culta y, por ecuación martiana, la más libre. La corrupción en los medios de difusión, la saturación de bobería y la falta de acceso a la información a niveles masivos. Todos estos “frenos” benefician a mercachifles y falsos mesías, a musiquillos y al star system de mentiritas. El ministro Abel Prieto Jiménez ha sido, cuando menos, un quijote contra tales molinos. Siendo así comprendo el desprecio que por él y sus políticas sienten no pocos en este país maltrecho y atrasado.
El firmante de tan desafortunada carta debería disculparse y pretender el arte (si es que en realidad le interesa) para que seamos una mejor nación. Cantar no te hace cantante, bailar no te hace un bailarín, hilvanar unas pocas notas no te convierten en un músico y ordenar algunas palabras no te hacen escritor. Mover las caderas, extorsionar a los turistas, prostituirnos, tener más dinero y el auto más caro, usar a la mujer como a papel higiénico, creer que hacemos bien el sexo; drogarnos, emborracharnos, pelear, gritar y cubrirnos el cuerpo de oro no puede ser los que nos haga cubanos. Sería muy triste.
Yo, definitivamente, no soy ese cubano.
Ariel Díaz, trovador.